3 de febrero de 2015

¿Qué es la meditación?

La meditación es una técnica milenaria conocida y practicada en multitud de tradiciones espirituales y místicas, tanto orientales como occidentales. Su propósito es pacificar y calmar la mente y las emociones, a la vez que descansa y equilibra el cuerpo. Proporciona un estado de bienestar natural. 

Meditar es salir por unos momentos de la agitación constante que nos rodea, sentarnos, y, dentro de un espacio tranquilo, cerrar los ojos, respirar, y observarnos, a nosotros mismos. Observar cómo son nuestros pensamientos en cada momento que dura el rato de meditación... agitados, tranquilos...; observar cómo son nuestras emociones... nos notamos preocupados, tal vez tristes...; y observar y escuchar lo que nos dice el cuerpo, las sensaciones físicas que tenemos en cada instante, agradables o desagradables.




Cuando llevamos un tiempo meditando, esa observación en la que nos concentramos durante la práctica se empieza a hacer habitual en la vida diaria, de manera natural y automática. Empezamos a tomar el hábito de "darnos cuenta" de cómo estamos, en nuestra rutina diaria y en las situaciones fuera de lo común.

Esta observación de uno mismo, esporádica al principio, nos permite ir desvelando los mecanismos internos que nos hacen "funcionar" en la vida como funcionamos. Esto nos permite gestionarnos mejor por dentro, y aprender a tomarnos las cosas de otra manera, no dando por sentado que la forma en la que nos movemos por la vida es la única posible. A veces para aprender hay que desaprender.


Meditar es aprehender cómo somos por dentro. Aprehender cómo funcionamos empleando una observación interna casi continua con nosotros mismos, con disciplina, dándonos cuenta de qué pensamos, qué sentimos y qué hacemos en cada momento, en lugar de dejar que emociones intensas nos lleven a realizar acciones de las que luego nos arrepentimos, o a decir palabras (pensamientos manifestados) que luego lamentamos.




Para aprender cómo funcionamos por dentro, es imprescindible disminuir el ritmo habitual de nuestra mente en la vigilia. Es necesario ralentizar esa mente loca y dispersa. Y esto sólo se consigue con entrenamiento, con perseverancia. Sin exigencia,  pero sí con disciplina.


La sociedad actual genera mentes dispersas. El ritmo de vida en las ciudades es frenético, tenemos todos los días unas obligaciones que se deben cumplir a rajatabla dentro de un calendario diario preciso; la información recibida y que debe ser procesada es ingente todos los días; la mente siempre está preocupada por lo que le queda por hacer y lo que quiere hacer a continuación, en un futuro cercano o lejano, que no existe todavía, o lamentándose o gratificándose por lo que fue en el pasado, que no existe tampoco, salvo en nuestra cabeza.


La mente dispersa no permanece en el presente, en lo que tenemos delante, eso que en cada instante es lo único real. El resto son ensoñaciones mentales y emocionales. La mente dispersa no es capaz de mantener el foco de su atención mucho tiempo en algo. Y esta falta de concentración se traduce en errores en nuestra vida, a veces leves, a veces graves.

Y además nos estanca en la vida y la rutina que es nuestra zona de confort, impidiéndonos comenzar proyectos personales que son fuente de crecimiento y superación personal continua. Y aquello en lo que no pones tu atención no crece. Si no estamos atentos a lo que pensamos, sentimos y hacemos, tampoco estamos atentos a las consecuencias de nuestras acciones.






La meditación es una de las técnicas utilizada dentro del Yoga de la mente, o Radja Yoga, y su objetivo principal es apaciguar la mente y las emociones. Lo que repercute en una mejora en nuestro interior, que se traduce en una mejora en nuestro exterior.

Junto con el Hatha Yoga, el Yoga del cuerpo,  que armoniza y equilibra el organismo, el Radja Yoga es una de las disciplinas dentro de la tradición milenaria del Yoga de la India que nos permite armonizar y equilibrar nuestra mente y nuestras emociones.

Los beneficios de la meditación son innumerables: nuestra salud se refuerza considerablemente; aumenta nuestra autoestima; el sistema autoinmune se refuerza; disminuye el dolor físico, emocional y mental, al comprender cómo funcionan internamente los mecanismos que lo "disparan" y que nos hacen sufrir; mejora nuestro humor; nuestra capacidad de enfrentarnos a las situaciones adecuadamente y con serenidad se incrementa notablemente; mejora nuestra interrelación con los demás... En resumen, nos sentimos en general más sanos, más tranquilos y más felices.


La meditación es una medicina natural de alcance universal conocida desde hace cinco milenios, y redescubierta recientemente en el mundo occidental. Su aportación positiva a la salud del ser humano es innegable: está avalada por multitud de estudios clínicos realizados en muchos países occidentales. Y además es una técnica accesible a todo el mundo, independientemente de su edad o o de estado físico.

En la próxima entrada, hablaremos de la técnica necesaria para poder realizar una buena práctica.

  
   
   

   Namasté, 
 
   Jose Santana

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