La meditación es una técnica milenaria conocida y practicada en multitud de tradiciones espirituales y místicas, tanto orientales como occidentales. Su propósito es pacificar y calmar la mente y las emociones, a la vez que descansa y equilibra el cuerpo. Proporciona un estado de bienestar natural.
Meditar es salir por unos momentos de la agitación constante que nos rodea, sentarnos, y, dentro de un espacio tranquilo, cerrar los ojos, respirar, y observarnos, a nosotros mismos. Observar cómo son nuestros pensamientos en cada momento que dura el rato de meditación... agitados, tranquilos...; observar cómo son nuestras emociones... nos notamos preocupados, tal vez tristes...; y observar y escuchar lo que nos dice el cuerpo, las sensaciones físicas que tenemos en cada instante, agradables o desagradables.
Cuando llevamos un tiempo meditando, esa observación en la que nos concentramos durante la práctica se empieza a hacer habitual en la vida diaria, de manera natural y automática. Empezamos a tomar el hábito de "darnos cuenta" de cómo estamos, en nuestra rutina diaria y en las situaciones fuera de lo común.
Esta observación de uno mismo, esporádica al principio, nos permite ir desvelando los mecanismos internos que nos hacen "funcionar" en la vida como funcionamos. Esto nos permite gestionarnos mejor por dentro, y aprender a tomarnos las cosas de otra manera, no dando por sentado que la forma en la que nos movemos por la vida es la única posible. A veces para aprender hay que desaprender.